domingo, 2 de febrero de 2014

Leo Rana, un poeta diferente.

Conocí a Leo Rana hace muchos años. Hoy, nos separan exactamente 1.140 kilómetros. Aunque me conozco bien su relato, ahora tengo la posibilidad de conocer todos los detalles.

Leo es un argentino afincado en Barcelona, como muchos otros. Sin embargo, lo que le hace realmente especial ante mis ojos es su don: Leo es poeta.
Cuando me intereso en saber cómo empezó todo, me comenta que la necesidad de escribir le sorprendió en su Argentina natal a los nueve años de edad. La zona en la cual se mudaron por aquel entonces estaba rodeada de multitud de árboles y la poesía surgió en sus manos de la forma más natural, tras muchas horas de soledad.
Me cuesta imaginarme a Leo como a un niño solitario, ya que cuenta con una soltura al hablar capaz de encandilar al menos conversador. Quizás sea el acento argentino, sus palabras o, simplemente, el saber perfectamente cómo ordenarlas.
Con todo, los versos continuaron a lo largo de los años y, de momento, no han perecido. 
Mientras más escribía Leo más cómodo se sentía, aunque no compartió su afición (o su don) con nadie hasta que no cumplió los dieciséis años de edad. Fue entonces cuando creyó que su escritura no era por gusto, sino por necesidad. Él mismo me ha comentado en diversas ocasiones que lo único que sabe (o puede) hacer realmente es escribir y debo citarle textualmente cuando dice que esa necesidad de escribir es “el hambre de ese monstruo insaciable que creció entre papeles”.
Esa fiera estaba presente en todos los momentos de su vida y su necesidad era tan irrefrenable que escribía sobre cualquier superficie siempre que le fuese posible.

Muchos cantautores son poetas y muchos poetas son cantautores, por eso me cuestiono si Leo ha tenido jamás relación con el mundo de la música. A lo que, gratamente para mi intuición, me responde que estudió varios años en el Conservatorio de Música Luis Gianneo, violín y contrabajo, para estudiar después de forma autodidacta otros instrumentos a la par que componer canciones.
Aunque no parece estar muy interesado en la composición musical de momento, si lo está en publicar su primera novela por toda América Latina. Manuscritos en los cuales ha estado trabajando durante los tres últimos años y que, imagino, debemos esperar anheladamente.

Sé que Leo trabaja como poeta actualmente y me intereso realmente por esa labor, puesto que me sorprende que a día de hoy uno pueda ganarse la vida así.
De momento, para Leo, vivir solamente de la poesía está cerca de la falacia. Recita, sí, pero no es lo que le paga las facturas.
No obstante, se niega a renunciar a ser escritor, por muchos otros trabajos que tenga que realizar para mantenerse en pie.
Durante el año 2013 tuvo el placer de participar en un ciclo de poesía en el evento celebrado todos los martes, Poesía o Muerte, donde salía a recitar delante de un público expectante y agradecido. Además, también recitó en espacios culturales como el CC Guernika, el café Voltaire, el espacio cultural La Maceta y en el Pastis de Barcelona.

Decía previamente que me sorprendía la soledad de Leo por esa gente que siempre le rodea. Personas que además de amigos parecen estar también embelesados por sus palabras, su poesía.
Como buen artista, Leo se encuentra rodeado de muchos otros. Tanta es su amistad que ha colaborado en una publicación este año con el fotógrafo Germán Peraire y más adelante lo hará con la ilustradora Silvia Rodríguez, a los cuales admira del mismo modo.
Asegura no andar al acecho de tales acontecimientos, sino que se van gestando por si solos a medida que suceden los eventos. Y no me sorprende en absoluto en el intangible mundo de la poesía.

En cuanto me intereso sobre su idea de sí mismo en el futuro me responde con la misma frase que usa siempre que se lo pregunto “creo que no sé diferenciar mi yo de un lunes por la mañana al yo que escribe poesía”.
Considera aburrida la poesía actual, con lo que discrepo, y me comenta que sus referentes son pasados como su compatriota Cortazar, o Apollinaire y Rimbaud. Describe de ese modo la poesía de nuestros días porque cree que les mueve la fuerza del dinero más que la pasión por la escritura. Y lo que es cierto es que es muy difícil hacer de esta pasión tu profesión si no cuentas con una gran suma económica a tus espaldas como respaldo. Pero puede que esto haya sucedido más veces a lo largo de la historia…

Después de conocer un poco más al poeta, a Leo Rana, me doy cuenta de que el arte está vivo en todos nosotros y que cada uno lo expresa a su modo.
Leo tiene la necesidad irrefrenable de expresar sus sentimientos sobre un trozo de papel y de compartirlos públicamente en preciosos eventos como Poesía o Muerte.
A los que nunca habéis acudido no os esperéis a gente rica secándose las lágrimas con pañuelos de seda. Encontraréis rostros, más o menos humildes, sorprendidos e, incluso, desencajados. Eso empujará a nuestro poeta a coger de nuevo un bolígrafo y crearnos una nueva e impactante poesía.

A continuación una muestra del trabajo de Leo Rana (en mi opinión entre el surrealismo y el verso libre moderno) de lo más actual:

Vecina que roba wifi

Le creció un peine por pelo.
No era el mismo susurraban
en el hospital.
La mesita de luz nunca fue tomada
en verdadera cuenta.
El jilguero cerró la puerta.
desde el baño en el segundo
cuarto de baño, su tostadora
hablaba a los gritos a sus
amigas a través del teléfono.
Insectos inventados bajo el cuero
causando a su vez el tenso y cimarrón
humo de un anciano que mira triste
bajo los abetos en verde y blanco…
El remanso del río moja a la tarde
en su cauce arremangado.

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