Conocí
a Leo Rana hace muchos años. Hoy, nos separan exactamente 1.140 kilómetros .
Aunque me conozco bien su relato, ahora tengo la posibilidad de conocer todos
los detalles.
Leo
es un argentino afincado en Barcelona, como muchos otros. Sin embargo, lo que
le hace realmente especial ante mis ojos es su don: Leo es poeta.
Cuando
me intereso en saber cómo empezó todo, me comenta que la necesidad de escribir
le sorprendió en su Argentina natal a los nueve años de edad. La zona en la
cual se mudaron por aquel entonces estaba rodeada de multitud de árboles y la
poesía surgió en sus manos de la forma más natural, tras muchas horas de
soledad.
Me
cuesta imaginarme a Leo como a un niño solitario, ya que cuenta con una soltura
al hablar capaz de encandilar al menos conversador. Quizás sea el acento
argentino, sus palabras o, simplemente, el saber perfectamente cómo ordenarlas.
Con
todo, los versos continuaron a lo largo de los años y, de momento, no han
perecido.
Mientras más escribía Leo más cómodo se sentía, aunque no compartió
su afición (o su don) con nadie hasta que no cumplió los dieciséis años de
edad. Fue entonces cuando creyó que su escritura no era por gusto, sino por
necesidad. Él mismo me ha comentado en diversas ocasiones que lo único que sabe
(o puede) hacer realmente es escribir y debo citarle textualmente cuando dice
que esa necesidad de escribir es “el hambre de ese monstruo insaciable que
creció entre papeles”.
Esa
fiera estaba presente en todos los momentos de su vida y su necesidad era tan
irrefrenable que escribía sobre cualquier superficie siempre que le fuese
posible.
Muchos
cantautores son poetas y muchos poetas son cantautores, por eso me cuestiono si
Leo ha tenido jamás relación con el mundo de la música. A lo que, gratamente
para mi intuición, me responde que estudió varios años en el Conservatorio de
Música Luis Gianneo, violín y contrabajo, para estudiar después de forma
autodidacta otros instrumentos a la par que componer canciones.
Aunque
no parece estar muy interesado en la composición musical de momento, si lo está
en publicar su primera novela por toda América Latina. Manuscritos en los
cuales ha estado trabajando durante los tres últimos años y que, imagino,
debemos esperar anheladamente.
Sé
que Leo trabaja como poeta actualmente y me intereso realmente por esa labor,
puesto que me sorprende que a día de hoy uno pueda ganarse la vida así.
De
momento, para Leo, vivir solamente de la poesía está cerca de la falacia.
Recita, sí, pero no es lo que le paga las facturas.
No
obstante, se niega a renunciar a ser escritor, por muchos otros trabajos que
tenga que realizar para mantenerse en pie.
Durante
el año 2013 tuvo el placer de participar en un ciclo de poesía en el evento
celebrado todos los martes, Poesía o Muerte, donde salía a recitar delante de
un público expectante y agradecido. Además, también recitó en espacios
culturales como el CC Guernika, el café Voltaire, el espacio cultural La Maceta y en el Pastis de
Barcelona.
Decía
previamente que me sorprendía la soledad de Leo por esa gente que siempre le
rodea. Personas que además de amigos parecen estar también embelesados por sus
palabras, su poesía.
Como
buen artista, Leo se encuentra rodeado de muchos otros. Tanta es su amistad que
ha colaborado en una publicación este año con el fotógrafo Germán Peraire y más
adelante lo hará con la ilustradora Silvia Rodríguez, a los cuales admira del
mismo modo.
Asegura
no andar al acecho de tales acontecimientos, sino que se van gestando por si
solos a medida que suceden los eventos. Y no me sorprende en absoluto en el
intangible mundo de la poesía.
En
cuanto me intereso sobre su idea de sí mismo en el futuro me responde con la
misma frase que usa siempre que se lo pregunto “creo que no sé diferenciar mi
yo de un lunes por la mañana al yo que escribe poesía”.
Considera
aburrida la poesía actual, con lo que discrepo, y me comenta que sus referentes
son pasados como su compatriota Cortazar, o Apollinaire y Rimbaud. Describe de
ese modo la poesía de nuestros días porque cree que les mueve la fuerza del
dinero más que la pasión por la escritura. Y lo que es cierto es que es muy
difícil hacer de esta pasión tu profesión si no cuentas con una gran suma
económica a tus espaldas como respaldo. Pero puede que esto haya sucedido más
veces a lo largo de la historia…
Después
de conocer un poco más al poeta, a Leo Rana, me doy cuenta de que el arte está
vivo en todos nosotros y que cada uno lo expresa a su modo.
Leo
tiene la necesidad irrefrenable de expresar sus sentimientos sobre un trozo de
papel y de compartirlos públicamente en preciosos eventos como Poesía o Muerte.
A
los que nunca habéis acudido no os esperéis a gente rica secándose las lágrimas
con pañuelos de seda. Encontraréis rostros, más o menos humildes, sorprendidos
e, incluso, desencajados. Eso empujará a nuestro poeta a coger de nuevo un
bolígrafo y crearnos una nueva e impactante poesía.
A
continuación una muestra del trabajo de Leo Rana (en mi opinión entre el
surrealismo y el verso libre moderno) de lo más actual:
Vecina que roba wifi
Le creció un peine por pelo.
No era el mismo susurraban
en el hospital.
La mesita de luz nunca fue tomada
en verdadera cuenta.
El jilguero cerró la puerta.
desde el baño en el segundo
cuarto de baño, su tostadora
hablaba a los gritos a sus
amigas a través del teléfono.
Insectos inventados bajo el cuero
causando a su vez el tenso y cimarrón
humo de un anciano que mira triste
bajo los abetos en verde y blanco…
El remanso del río moja a la tarde
en su cauce arremangado.
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